09 de març 2009

La conyeta, si ...

La Vanguardia publica avui aquest articlet que trobo senzill, clar, precís ... Ja he dit moltes vegades que el POLONIA em sembla perniciós per a la democràcia, i he comentat que en els nostres mitjans publics (que més que nostres són d'ells ...), s'hi respira, en molts dels programes, aquesta "conyeta" catalaneta.

L'article, amb les idees que em semblen més interessants destacades:

Cadalso observa en sus Cartas marruecas que los españoles son discutidores, aunque sin propósito de aclarar nada o de llegar a algún acuerdo. Su crítica tenía mucho de reformista. Como luego la de Larra, más amargo por más escéptico. El costumbrismo caricaturizaba tipos y satirizaba costumbres con propósito de enmienda.

Entonces se creía en el progreso, en la evolución humana. Hoy ¿quién cree ya en algo? Hoy nadie satiriza nada con ganas de modificación de nada. La denuncia, que antes solía ser constructiva, se ha vuelto grotesca manifestación de impotencia. Y tiende a ser sólo descriptiva. O directamente destructiva. Sin fe en el futuro, cuanto más dejamos de confiar en el sistema como vida en común, más consumo de sarcasmo.

Algún día la sociología va a tener que tabularlo: la coñita, aquí tan alimentada desde los medios públicos, es inversamente proporcional a la confianza y directamente proporcional a la abstención. Habría que recordar a Pitarra como precedente de tantos ánimos que se sienten marginados del montaje oficial. O al sistema bipartidista del gobierno por turnos, que algunos quisieran resucitar: la España de la Restauración borbónica vivió el gran momento de la sátira política. Con el humor se vehiculaban las necesidades de los descreídos que se resistían a dejarse engañar por un sistema de cartas marcadas.

El costumbrismo de hoy, este minimalismo existencial en escenario urbano, es más escéptico, desimplicado e irresponsable. El de Larra era más fruto del resentimiento y el desengaño. Aspiraba a avergonzar al público y hacerle cambiar de hábitos. El costumbrismo de ahora es más burlón, cínico.

El nihilismo, hoy filosofía vital predominante, tiene sus dos caras complementarias: la nietzscheana, que glorifica tan peligrosamente al superhombre, y la de la coñita, que justifica al pobre ciudadano cualquiera sin horizontes. Su coñita es la típica reacción del vencido por las circunstancias que sublima su frustración fingiendo quitar importancia a su propia nimiedad. Heredero del romanticismo y del positivismo, pero también liberador de los impulsos del subconsciente, el siglo XX tuvo grandes sistemas de doctrina. Aunque incompatibles entre sí, tenían una idea global del mundo, un sentido de conjunto hoy perdido.

La persistente coñita es evasiva. Todo se distorsiona hasta la caricatura, sin que preocupe un sentido totalizador. Aun en plena globalización, el sentido global tiende a difuminarse totalmente. Ahora, y aquí, la afirmación se proclama en la negación. Y en la risita.

Doncs sí ...