19 de gener 2010

Consideracions sobre Haití

El Panxo (de fet, Francisco López Romito), amic de més de 30 anys, m'envia des de Madrid comentaris sobre les consideracions del Moisés Naím. Sempre rigorosos, radicals, encertats. El què proposa coincideix amb el què varem concloure tornant del Senegal: més que diners, alguns països necessiten estructures de governança eficaces orientades efectivament al seu interès colectiu. I pensàvem en un Programa de Cooperació amb milers de "civil servants" (administradors, arquitectes, enginyers, policíes, lampistes, mestres, advocats, ...), que el Panxo presenta, de fet, com a un "bon govern colonial" sota la responsabilitat de les Nacions Unides ...

Diu el Panxo:

Estoy muy de acuerdo con Naïm sobre Haití, como ejemplo paradigmático de situaciones que se repiten a lo ancho del mundo. Este fenómeno de las ONG’s (OPG - Organizaciones Para Gubernamentales) responde al intento de los Gobiernos de desobligarse de sus responsabilidades a nivel mundial y dan oportunidad a gentes bien intencionadas para que puedan quedar bien con su conciencia solidaria.

Pero ya hay suficiente experiencia para sacar la conclusión que así no se resuelven los problemas. Naïm, en su tercera consideración, señala la falta de Gobierno y una administración que le sirva de instrumento necesario para poder enfrentar la situación, no sólo la excepcional del terremoto sino la endémica, y, aquí, reside el verdadero problema. Esos países como Haití con doscientos años de independencia (fue una de las primeras revoluciones triunfantes del siglo IXX en Latinoamérica) han llegado a una situación que la diplomacia internacional define en términos de “Estados fallidos”.

Cuáles son los signos distintivos:
- deterioro radical del territorio (deforestación masiva y desertización) que limita las posibilidades de encarar desarrollos agrícolas más accesibles para la capacidad de producción de la población y que pudiese atender las necesidades de alimentación de la gente;
- monoproducto exportable que en el caso de Haití no existe pero que en otros países supone un enclave desconectado del resto de la economía y la sociedad;
- inexistencia de infraestructuras de comunicaciones, de almacenamiento, tratamiento y distribución del agua, ...
- inexistencia de sistemas e infraestructuras de salud y educación;
- tasas de analfabetismo (total y funcional) del 90% o más;
- escasísima población con educación o formación para gestionar la administración pública y los servicios básicos, amén de dirigir actividades económicas de acuerdo con los requerimientos tecnológicos y organizacionales aceptables;
- grupos minoritarios dueños de los recursos, las actividades económicas principales y el poder político mediante sistemas basados en el clientelismo, la corrupción y la impunidad más escandalosa.

Todas las experiencias de “cooperación y/o ayuda”, importantes en su volumen como el caso de Haití, terminan en fracaso pues no se dan los prerrequisitos de una administración que pueda canalizar y gestionar las ayudas, así como un sistema político corrupto que convierte los rituales de la democracia representativa en una farsa que les sirve de legitimación para el saqueo, en beneficio propio, de las ayudas internacionales, y el mantenimiento ad calendas del desastre.

Con el avance de la globalización y la terminación de la guerra fría que ha dado motivo a tantas y tan enfáticas apelaciones al multilateralismo y la gobernanza mundial, cada vez me convenzo más de la necesidad de poner en ejecución eso del Gobierno Mundial para encarar estas situaciones.

No hay más remedio de intervenir por parte de las Naciones Unidas con una administración propia que se haga cargo del país con la misión de reconstruirlo o, como en Haití, construirlo. Un órgano que se encargue de poner en marcha todas las acciones necesarias desde los caminos, las escuelas, los servicios sanitarios y la agricultura, hasta la policía y la creación de las instituciones judiciales, administrativas y al final las de gobierno.

Sé que dada la experiencia histórica del colonialismo, esto puede ser tachado de “neocolonialismo eurocentrista”, pero la instauración de la democracia (nunca la hubo) no puede sustentarse en un país de pobres gentes analfabetas y hambrientas que han seguido viviendo en condiciones sociales de servidumbre económica y política. A medida que se va elevando el nivel de educación y formación de la gente y se ponen en marcha los servicios y actividades productivas, se puede y debe ir estableciendo fórmulas de participación efectiva, pero siempre bajo la dirección y control de la Administración ONU.

Después, y desde abajo arriba, vendría el tiempo de iniciar los procesos de elección democrática de los representantes políticos, desde los Ayuntamientos hacia el nivel nacional ...

Curiosament, el president senegalès, Abdoulaye Wade, segons La Vanguardia d'avui (p.10), proposa crear un nou país al continent africà per acollir els haitians que vulguin tornar a l'Àfrica, d'on varen ser arrencats com a esclaus els seus avant-passats. Apela a la responsabilitat dels països colonitzadors per fer-ho, i cita l'exemple de Libèria, creat, sembla, pels Estats Units, al segle XIX, per ubicar els seus afro-americans amb ganes de tornar ...

1 comentari:

jaume molsosa ha dit...

Hola Pep.
Estic molt d'acord amb l'anàlisi que fa el teu amic Pancho sobre la situació a Haití, amb un afegitò i un però.
L'afegitó: quan parla de "signos distintivos" dels "estados fallidos", trobo a faltar-hi el teixit industrial. Crec que sense ell, avui, en un món mal globalitzat, cap país pot tirar endavant sense un sector secundari mínim.
Un però "la instauración de la democracia". Es pot realment instaurar la democràcia? És això, la democràcia, una "imposició"? Fa vint anys hauria dit: homeee, per favorrr, qui pot no voler la democràcia! Avui, tinc els meus dubtes. Exportar models occidentals, europeus, a societats que ni tant sols hem viscut és, si més no arriscat.